viernes, 22 de febrero de 2008

Francia, Franco y los francos judíos

Al comienzo de la historia el territorio delimitado por los Pirineos, el Mar del Norte, el río Rhin, los Alpes y el Mediterráneo estaba ocupado por una diversidad de tribus celtas que se reconocían genéricamente como galos, así que allá por el 600AC cuando los griegos fundan Massilia (Marsella) y comunican este país con el resto de los pueblos mediterráneos lo llaman Galia.

En el siglo –1 Roma culmina la conquista de las Galias (la habían dividido en 2 en sus mapas), la Cisalpina y la Interior (muchísimo más extensa). Las legiones de Julio César (que nunca fue emperador) llevan a ella la “pax romana”, hay quien asegura que 12000 hombres mataron a un millón en combate, eso es una exageración, pero es indudable que la sangre fue el gran componente de la conquista (el resto lo hizo la habilidad política para aprovechar las rivalidades entre las tribus). Una vez conquistados, los galos notaron que los impuestos de Roma eran más fácil de pagar que los de los reyezuelos locales, porque eran más predecibles (no estaban sujetos a caprichos) y porque la paz promovía el comercio y la producción. Los dirigentes miraron a sus pares invasores y pensaron (por algún motivo misterioso) que vivir en una villa con paredes de mampostería, pintadas con frescos, con agua corriente, con pisos de mosaicos, con alfombras persas y tapices egipcios, con calefacción, piscinas cubiertas de agua climatizada, retretes de mármol, biblioteca y terrazas era mas lindo que vivir en la vieja choza comunal, de planta circular, con piso de tierra y un agujero en el centro del techo de paja para que salga el humo de la hoguera. Así que ricos y pobres renunciaron a la austera y tradicional vida de sus valientes ancestros bárbaros y se romanizaron con mucho gusto. Antes de terminar el siglo había senadores galos en el senado de Roma y César tenía un cuerpo de caballería gala en su guardia personal.

En el s V, la presión de los hunos obliga a las tribus germanas a correrse hacia el Oeste, una de las que cruza el Rhur (Rhin o Rhur es lo mismo) es la de los francos. Mientras el Imperio Romano resiste los francos quedan confinados al rincón noreste de la Galia.

Cuando Roma cae, la vieja sociedad gala romanizada se desintegra, los francos se extienden por el centro y parte del norte y dan su nombre al nuevo reino, Francia.

Hay algunos intentos de extenderse al otro lado de los Pirineos, pero son detenidos, aunque algunos se establecen en el norte de la Península Ibérica.

Ya entrada la edad media el de los francos era el reino más poderoso de Europa, la primer cruzada, la que toma Jerusalén, es una cruzada de francos. El prestigio del nombre se extiende por el cercano oriente y el Norte de Africa de manera que se empieza a llamar “francos” a los europeos en general (más o menos como llamamos “gringos” a cierta “tribu” de extranjeros). Esto se generaliza tanto que, cuando en el s XV, los habitantes de Constantinopla, resto (y alma) del Imperio Romano de Oriente recibe a los europeos que los asistirán en la lucha contra los turcos los llama francos, sin importar de donde vengan. Era natural, entonces, que a los inmigrantes se les llamara francos y que ese apelativo pasara a ser apellido. Ocurría que muchos de los que llegaban a Asia y Africa procedentes de Europa, eran judíos que escapaban a las persecuciones del Santo Oficio y muchos de ellos eran sefardíes procedentes de España, en consecuencia “Franco” pasó a ser un apellido común entre los judíos de origen español.

[acotación al margen el Tribunal del Santo Oficio (vulgo la Inquisición), dadas las connotaciones negativas que invocaba, cambia de nombre a principios del siglo XIX y pasa a llamarse Congregación para la Conservación de la Doctrina de la Fe, su dirección ha estado desde siempre reservada a los elementos mas “conservadores”, quien fue prefecto de esta congregación durante buena parte del s XX, es el Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa con el nombre de Benedicto XVI].

Cuando Francisco Franco emerge como líder fascista, Hitler comienza a considerarlo como un eventual aliado, entonces ordena a sus esbirros de confianza que investiguen los posibles orígenes judíos del “Generalísimo de España por la Gracia de Diós”. En el lenguaje típico de los burócratas (que nunca aseguran ni desmienten nada) Reinhard Heidrich informa que no se han encontrado antecesores judíos en la genealogía del dictador español, ligándolo en cambio a un título de caballero del s XVI (¿se acuerdan de aquellos “francos” que se quedaron de este lado de las montañas?).

Este es el origen de ese mito moderno que dice que Franco era (o había sido)judío.

lunes, 11 de febrero de 2008

El Vaticano y la Segunda Guerra Mundial

Mucha gente se pregunta ¿porqué no fue atacado el Vaticano en la Segunda Guerra Mundial?.
Entonces se me ocurrió extendernos un poco y divagar sobre los países neutrales.
La neutralidad argentina es un tema de larga discusión por estos lares, que ha movilizado mucha tinta y que trataremos en otra oportunidad.
Las de Afganistán y Turquía deben remitir a fascinantes consideraciones geopolíticas que desconozco olimpicamente.
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Las más interesantes siempre nos han resultado las europeas.
Suecia (entre el susto y el negocio de las acerías), Portugal (antigua pieza inglesa en el ajedrez mundial), España (y sus simpatías por el Eje), Suiza (entre el orgullo histórico y sus pragmáticos banqueros), Irlanda (con siglos de odiar a los ingleses, los alemanes recién comenzaban a hacer mérito) y el Vaticano (no podía esperarse otra cosa de un Estado Pontificio).
Lo que tienen en común las posiciones de Suiza, España y el Vaticano es que resultaban funcionales a Alemania y a los jerarcas del Partido Nacionalsocialista, que no constituían un peligro a retaguardia y que ya habría tiempo de ocuparse de ellos, los dos primeros se alinearían después del triunfo y el tercero desaparecería.
Hitler esperaba una posición más comprometida del régimen franquista, luego del apoyo de su partido a los nacionales en la guerra civil, hubo contribución en armamento y voluntarios, la llamada Legión Cóndor (además las ciudades y aldeas españolas sirvieron como campo de pruebas de la Luftwaffe).
Sin embargo Franco esquivó el bulto con habilidad, la contigüidad ideológica no era suficiente, esa misma Guerra Civil había desvastado España y había demasiado trabajo que hacer fronteras adentro como para pensar en un juego de dominación continental.
Más tarde Hitler expresaría que prefería que un dentista le arrancara todas las muelas en una tarde que pasar 5 minutos con ese hombrecillo irritante (el Generalísimo Franco).
Comentario al margen: hay un libro (cuyo título no recuerdo) que Juan Eslava Galán firma con un seudónimo anglosajón, en él describe las andanzas de una pequeña expedición nazi buscando artefactos antiguos por la España rural que sale de la guerra para entrar en el franquismo, ese capítulo tiene momentos desopilantes, muy recomendable.

Suiza resultaba un desafío que hay que explicar, (ver blog aparte) siempre se ha hablado (con razón) de la utilización de los bancos suizos por los saqueadores nazis, poco se menciona de los sistemas defensivos alpinos y menos aún de la contribución de la industria helvética a la maquinaria de guerra alemana. Porque esto plantearía otra duda ¿porqué los aliados no bombardearon la industria o el transporte de Suiza?.
El respeto nazi por la neutralidad suiza, rindió sus frutos, por la acumulación en sus bancos de los bienes expoliados en toda Europa, por la recepción en sus cuentas del oro evacuado hacia estos pagos y de las “inversiones” de las empresas alemanas en Argentina y por la utilización que de su territorio hicieron los organizadores de los itinerarios de fuga, como el Capitán SS “Carlitos” Fuldner, hombre de confianza de Perón y personaje para un sainete, pero esa es otra historia. (ya volveremos sobre ella).
Los aliados, que convinieron sin problemas la neutralidad Suiza, también obtuvieron ventajas, no todo el oro recuperado volvió a sus dueños y no todas las “rutas de ratas” terminaban en la selva de la triple frontera o en las desoladas costas patagónicas, un buen número de personajes poco recomendables desembarcó en los democráticos (y aristocráticos) estados de Nueva York, Virginia y la vieja Nueva Inglaterra. Como el Gral. Reinhardt Gehlen, sucesor de Canaris en los servicios secretos alemanes, uno de los organizadores de la naciente CIA y eficiente funcionario de la República Federal Alemana, pero esa también es otra historia.

Para evaluar el rol del Vaticano, resulta “nesario” (Méndez dixit) ver un poco la situación del cristianismo en Europa, la revolución rusa había significado la explosión de un ateísmo militante, que unido a las reivindicaciones sociales, económicas y laborales que reclamaba, amenazaba extenderse por el mundo. El comunismo causaba pánico al “establishment”, los fascismos son, en buena medida, respuestas nacionales a esa amenaza. Creo que fue en Historia del Cristianismo de Johnson donde leí que el Partido Nacional-socialista surge como una reacción burguesa al peligro marxista. Según la visión de las jerarquías religiosas, cualquier movimiento político, cualquier fenómeno social o cultural que se enfrentara al demonio comunista no podía ser tan malo y era preferible a la desidia petulante de las democracias occidentales.
Firma del Tratado de Letrán
El ascenso de los fascismos nacionales vio en el trono de San Pedro a Pío XI (Papa desde 1922 a 1939)
Aquiles Ratti (tal era su nombre civil) era un teólogo (y, curiosamente profesor de hebreo), pero la visión política con perspectiva temporal no era su fuerte (por no decir que el hombre era un ignorante del mundo real. Así que califica a Mussolini como “un hombre providencial” y bendice las tropas que invaden Abisinia, el Duce lo “deja pegado” en 1929 con la firma del tratado de Letrán, por el que se reconoce la independencia del "Statvs Civitatis Vaticanæ" o Estado de la Ciudad del Vaticano que alberga a la Santa Sede, la soberanía del pequeño territorio y una indemnización de 700 millones de liras por la perdida de los “Estados Pontificios”, un grupo de ducados que había dependido del Papa y ahora formaban parte de Italia.
Firma del "Concordato"
El Vicecanciller alemán Franz Von Papen (católico) y el Ministro de relaciones Exteriores del Vaticano, Eugenio Pacelli (que había vivido en Alemania) impulsan un tratado parecido y en 1933 se firma el Concordato (acuerdo) por el cual se otorga al Reich el derecho de veto previo sobre la designación de obispos y prácticamente se ordena la disolución del único partido de oposición legal al régimen (de orientación democristiana) a cambio de algunas seguridades y apoyo económico.
En 1937 Pío XI endurece un poco su posición y reclama vagamente sobre la persecución a católicos (no dice nada de perseguidos de otras religiones). Luego vuelve a fustigar al comunismo. En 1939 corre el rumor de una condena más sería contra el nazismo pero a mediados de ese año, poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, el Papa fallece. El viejo Cardenal Ratti estaba enfermo y muere luego de una inyección aplicada por su médico personal il Dottore Francesco Petacci, padre de Clara o “Claretta” Petacci pareja de Mussolini. El Cardenal designado para remplazar a Pío XI no es otro que nuestro amigo Eugenio Pacelli, que asume con el nombre de Pío XII ¿me siguen?.
El Cardenal Pacelli cuando vivía en Alemania
Por supuesto se ha especulado mucho sobre la muerte de Pío XI, las culpas de Petacci, Mussolini o el propio Hitler, al respecto solo pudo decir que entre los papeles desclasificados por la Iglesia en 2001 estaba el documento inédito del Papa Ratti y si bien se llamaba la atención sobre las injusticias y persecuciones de los regimenes totalitarios, en un tono más acorde a la exigencia moral que se esperaba, tampoco era todo lo terminante que podría haber sido, teniendo en cuenta las atrocidades que se venían cometiendo.
La elección de  Pío XII pone en evidencia el ascendiente de Pacelli sobre sus colegas cardenales y el consenso generalizado en la Curia sobre la política de "entendimiento" con el régimen nazi.
(continuará...)