Hay una carta circulando hace mucho en Internet que pregunta
¿si tuviera que elegir entre dos candidatos, a quién elegiría? ¿A un austero
vegetariano que no fuma ni bebe y que se ha educado en un colegio católico, o a
un fumador empedernido y obeso que se baja media botella de whisky cada noche y
es escéptico con la religión ?.
El personaje referido en primer lugar es Adolf
Hitler, el otro no es Lanata, sino Winston Churchill.
El supuesto acertijo trata de demostrar que las apariencias
engañan, pero prueba otra cosa, prueba que se puede inducir una decisión dando
información parcial, sesgada y
totalmente ajena a la cuestión de fondo.
El mismo Churchill (que no era ningún santo, sino en el
mejor caso un tipo jodido e inteligente)
dijo que en una guerra la primer baja es siempre la verdad (¿se acuerdan de "vamos ganando"?). Apuntaba, claro, a
la necesidad de regular la información para no generar reacciones negativas. De allí a una campaña de desinformación hay un paso.
La
segunda guerra mundial fue el primer acontecimiento global que puso al alcance
de los Estados un medio indiscriminadamente masivo (la radio) como herramienta
de influencia sobre la opinión pública. Los periodicos eran muy importantes, pero la radio estaba omnipresente.
El siguiente cambio se produjo en Vietnam, la guerra ya no
era algo contado por curtidos corresponsales, ivadía los hogares con los
noticieros, a la hora de la cena. La verdad de la guerra era brutal,
sangrienta, despiadada; la pantallita mostraba aldeas arrasadas, civiles
masacrados, soldaditos mutilados física y mentalmente, naturalmente esto generó en
las familias norteamericanas un compasivo y visceral sentimiento antibelicista.
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"La niña del napalm" icónica foto ganadora del premio Pulitzer, tomada en Trang Bang, Vietnam, 1972 |
Los regentes del poder tomaron nota, no podía permitirse que
volviera a suceder, la gente común no
debería influir en las decisiones de los poderosos ni estropear sus negocios. No
podía permitirse otra “chica del napalm”(1).
El poder económico decidió tomar los
medios de comunicación y crear cadenas informativas propias donde fuera
posible, después de todo siempre se está librando una guerra (militar,
económica, racial, comercial, religiosa o de cualquier otra clase) y la verdad
debe suministrarse en dosis homeopáticas.
A partir de Tormenta del Desierto la guerra se muestra como
algo ascético, imágenes aéreas o satelitales, bunkers columas de tropas, misiles y
drones; ya no hay sangre el "fuego amigo" y los "daños colaterales" son líneas en un gráfico, la guerra se ha deshumanizado y carente de horror
resulta soportable hasta la indiferencia.
Este es solo un ejemplo de manipulación mediática, nos
asalta una abrumadora ola de datos orientados y/o superficiales. La
realidad es lo que nos cuentan. Los sociólogos, más elegantemente, dicen que la
realidad es un constructo político-cultural (y comercial agregaría yo).
La verdad ya no puede ser la realidad, porque la realidad es
una interpretación interesada, pero la verdad aún está aquí para quien sepa
buscarla, aunque sea desagradable.