lunes, 30 de julio de 2018

¡VIVE LA RESISTANCE? (1/3)


Recientemente me topé con un viejo y excelente trabajo de Zafarrancho Podcast dedicado a la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Resultó tan interesante que me llevo a buscar más información sobre el tema.

Algo que al final me llamó la atención, es la repetición de patrones de conducta, sociales, económicos, ideológicos, políticos a través del tiempo. No voy a tratar de comparar al más despótico régimen criminal de la Historia con nuestra modesta, periférica y circunstancial emergencia. Pero no puedo dejar de preguntarme cuál hubiera sido la posición de nuestros políticos y de la población en la Francia de 1940; imagino que varios hubieran peleado por llevar la bandera de Pierre Laval, el más servil de los colaboracionistas.

Una de las causas de la WW2, fue el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. La presión, debería decir exacción, económica a que las potencias vencedoras sometieron a Alemania, terminó impulsando la elevación al poder del Partido Nacionalsocialista. La deuda impuesta en concepto de “indemnizaciones” por los daños causados (sobre todo a Francia) representaba casi el 85% del PBI alemán, condenando la población a una miseria que la economía “ortodoxa” no fue capaz de revertir, ni siquiera de morigerar. La hiperinflación era indescriptible, si vendías una mesa por la mañana, el dinero obtenido no te alcanzaba, esa misma tarde para comprar un puñado de clavos para hacer otra mesa; hay imágenes de gente en la calle, quemando billetes para calentarse, porque valían menos que la leña: las estampillas se resellaban, enviar una carta podía costar millones de marcos…

NIÑOS JUGANDO CON FAJOS DE BILLETES SIN VALOR POR LA HIPERINFLACIÓN
PUBLICO FEMENINO EN UN ACTO POLITICO NAZI EN BERLIN
Los nazis y su estrategia nacionalista y heterodoxa surgieron como los únicos capaces de restablecer el estado de bienestar y lo lograron, de allí buena parte del irrestricto apoyo político de que gozó el Tercer Reich.

 
En abril de 1940 Alemania inició su “guerra relámpago” contra Francia, en junio las tropas nazis desfilaron bajo el Arco de Triunfo al son de la Marcha de San Lorenzo (sí, nuestra Marcha de San Lorenzo). En el camino habían arrasado al ejército más grande del mundo, tomando 1,5 millones de prisioneros que servirían como rehenes en campos de concentración.

HITLER Y PÉTAIN
El 22 de junio, se firmó el “armisticio”; en criollo una rendición incondicional. Francia quedó dividida. Tres quintas partes (el norte y parte del centro, incluyendo toda la costa atlántica) en manos del ejército invasor y el resto bajo la dirección de un régimen títere con capital en Vichy (localidad apacible y decadentemente distinguida, más cerca de la frontera suiza que de París).
  El armisticio se firmó en el mismo vagón de tren donde Alemania había aceptado su derrota en 1918, luego del acto, el Fürer mando destruir el vehículo, reduciéndolo a cenizas.

Las venganzas por el ultraje cometido 22 años antes en Versalles, recién comenzaban. Se condenó a Francia a abonar los gastos de las fuerzas de ocupación (por supuesto en la moneda de la potencia expoliadora), simultáneamente se devaluó el franco, fijando un tipo de cambio arbitrariamente elevado.  La fórmula aplicada, deuda + devaluación, tenía por objeto acentuar el sometimiento de la población y demostrar quién mandaba, convirtiendo, de hecho, a los ciudadanos franceses en vasallos del Reich. Ya no solo se trataba de depredar, sino de eliminar primero el orgullo y luego la identidad nacional, individual y colectiva.  La deuda pasó a significar el 110% del PBI francés. Todas estas medidas eran perfectamente legales según el “acuerdo” firmado por el Reich con los desesperados y temerosos funcionarios de Vichy como parte del armisticio. Enarbolando la manifiesta “legitimidad” de la deuda contraída y la necesidad de asegurarse el pago correspondiente, ya que toda la producción del país resultaba insuficiente, los nazis procedieron a “incautar” preventivamente como parte del embargo consecuente, obras de arte, tesoros nacionales, muebles de museo, reliquias históricas y cualquier cosa que les viniera en ganas y pudieran llevarse.


La población, perpleja, aún no salía de su estupor, no solo se sentían vencidos, tristes, humillados, se sentían traicionados por sus dirigentes y por sus aliados británicos (que habían hundido la flota francesa para que no se uniera a la marina germana), así la tristeza dio paso a la abulia y la desidia. Todos trataban de retomar su vida “normal”, y salvo por los soldados en las calles del sector ocupado, la fantasía pudo haber funcionado, se resignaron a la pobreza, al racionamiento y a los controles de “seguridad”.
CIUDADANOS FRANCESES ANTE EL DESFILE NAZI EN PARIS
 Entonces, en ese mismo año, comienza a gestarse La Resistencia y, lo que es más importante, su leyenda.

Creemos saber, más o menos, de qué trataba la cosa, lo hemos visto en infinidad de series, películas, libros de texto y novelas: románticos “maquis” lanzados al bosque a luchar (y triunfar) contra los maléficos opresores. Pero ¿cuánto de verdad hay en esta imagen?, veremos…

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