sábado, 29 de marzo de 2014

Suiza y la neutralidad en la WW2 (un apunte)



 Cuando se les consulta, los suizos suelen decir que ellos no son pacifistas, son neutrales, la larga tradición guerrera se remonta a las tribus helvéticas que resistieron a romanos, galos y germanos con suerte variada, la Guardia Suiza del Vaticano es un recuerdo de la lealtad y valentía de los mercenarios suizos que defendieron al Papa Clemente VII en 1526.

Para el usuario civil la industria armamentista suiza actual se caracteriza por la creación de armas de precisión para defensa (como las SIG) y tiro deportivo, pero  también fabrica blindados, cañones antiaéreos, municiones y hasta drones.

Durante la Segunda guerra mundial, el caso de Suiza fue especial, un desafío que hay que explicar, esto es solo una  introducción desde mi punto de vista.

Siempre se ha hablado (con razón) de la utilización de los bancos suizos por los saqueadores nazis, poco se menciona de los sistemas defensivos alpinos y menos aún de la contribución de la industria helvética a la maquinaria de guerra alemana. Porque esto plantearía otra duda ¿porqué los aliados no bombardearon la industria o el transporte de Suiza?.

 Vamos por partes. Cuando Alemania comienza su expansión Suiza se pone en alerta, el General Henry Guisan (eficiente jefe del ejército) elabora un plan de defensa que contempla una milicia de número limitado, altamente entrenada, bien pertrechada y armada, pero que además estuviera preparada para aprovechar, con la máxima eficacia, las ventajas que le brindaban la geografía y el clima. (obsérvese que varios de estos puntos forman parte del ideal de hoy de una fuerza armada profesional, configurable en unidades pequeñas, con mucho entrenamiento especializado, equipada con la última tecnología, con alto poder de fuego y máxima movilidad).


Al estallar la segunda guerra mundial, se minan los accesos estratégicos, pasos montañosos, puentes, túneles y vías férreas se cargan de explosivos ocultos (tampoco es cuestión de generar dudas, y mucho menos pánico). Es de suponer que el plan de “cerrarse sobre sí mismo” se completaría poniendo obstáculos en los eventuales campos de aterrizaje (como hacían los Ingleses) y minando los lagos.

Se sabe que la idea de tomar Suiza se discutió en el mando germano. Durante la conquista de Francia algunos aviones alemanes invadieron espacio aéreo suizo, nueve bombarderos de la Luftwaffe fueron derribados (provocando la ira de Göering) los locales perdieron un solo caza. Los intereses económicos prevalecieron y se respetó la neutralidad. Cuando Alemania se adueñara de Europa los suizos solicitarían unirse al Reich.

En teoría, Suiza estaba en condiciones de movilizar 400.000 reservistas, en la práctica tal medida no tenía sentido, detendría la actividad económica, sangraría la ciudadanía (incluyendo recursos valiosos) y no agregaría efectividad a una defensa a todas luces fútil. La operación se limitaría a 60.000 efectivos, un tercio de ellos alpinos.

El pequeño ejército suizo no tenía ninguna posibilidad de sostenerse en la llanura, la resistencia solo tiene sentido en pasos alpinos donde los cuarteles subterráneos (secretos hasta hace poco) se extienden por cientos de kilómetros, protegidos por la naturaleza (por ej. en Neuchatel 30 m. de roca) y por cañones que ostentan la máxima precisión y tecnología artillera de la época. (se rumoreaba la utilización de patentes, entonces secretas, mucho más allá de la información que habían reunido los nazis).

La idea era eliminar la ventaja material de los alemanes en un ambiente donde no pudieran utilizar los panzers y se limitara al mínimo el daño que causase la aviación. De esa manera la invasión se transformaría en una operación de infantería y donde la ventaja material desaparece, una fuerza disciplinada y bien preparada que se atrincherara en una posición geográfica muy favorable (recordar lo espartanos en Termopilas) podía transformar la siempre dificultosa guerra en las montañas en un infierno táctico y logístico. 

Los soldados alpinos (voluntarios del servicio militar obligatorio) eran entrenados como expertos tiradores y esquiadores, y hasta se suponía que podrían salir durante el día a combatir y volver a pasar la noche bien protegidos, alimentados y calentitos en las barracas.
– [anotación al margen: he visto fotos, las bicicletas eran Victorinox, imaginen el resto del equipo, a los coleccionistas se les hace agua la boca. De alimentos había grandes acopios, insumos médicos no faltarían...me imagino raciones Knor, Nescafe y,chocolate Lindt,  jaja. Un interrogante me intrigará por siempre: ¿si una docena de los mejores francotiradores soviéticos produjeron casi 4000 bajas con un buen fusil, qué hubieran podido hacer los suizos con una herramienta de precisión como el ZFK55?] 

Bueno, el asunto es que los suizos no pensaban que podían ganar la guerra, ni detener indefinidamente a la Wermatch, solamente necesitaban crear en el adversario la idea de que la invasión sería tan costosa que no valía la pena y, si se producia el ataque, sorprenderlos con una defensa subestimada por la inteligencia alemana para negociar la paz. 
Pero después de todo, para evitar la violencia solo era cuestión de alinear algunos intereses.

El respeto nazi por la neutralidad suiza, rindió sus frutos, por la acumulación en sus bancos de los bienes expoliados en toda Europa, por la recepción en sus cuentas del oro evacuado hacia estos pagos y de las “inversiones” de las empresas alemanas en Argentina y por la utilización que de su territorio hicieron los organizadores de los itinerarios de fuga, como el Capitán SS “Carlitos” Fuldner, hombre de confianza de Perón y personaje para un sainete, pero ya volveremos sobre esa historia.
Fusil de francotirador ZFK55, tenía características de alta calidad. A quienes les interesen las armas, les recomiendo "googlearlo"
Los aliados, que tampoco atacaron Suiza, también obtuvieron ventajas, no todo el oro recuperado volvió a sus dueños y no todas las “rutas de ratas” terminaban en la selva de la triple frontera o en las desoladas costas patagónicas, un buen número de personajes poco recomendables desembarcó en los democráticos (y aristocráticos) estados de Nueva York, Virginia y la vieja Nueva Inglaterra. Como el Gral. Reinhardt Gehlen, sucesor de Canaris en los servicios secretos alemanes, uno de los organizadores de la naciente CIA y eficiente funcionario de la República Federal Alemana, pero esa también es otra historia.

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